Tienes que presentar una idea brillante ante tu jefe en menos de una hora. Después de unas cuantas búsquedas en Internet, varias idas y venidas a la máquina de café y darle al coco una y otra vez, la idea sigue sin aparecer. Nerviosa, sales al patio, y en cuanto caminas un poco sin rumbo, ¡la brillante idea viene mágicamente a tu cabeza!
Mucho se ha escrito sobre los beneficios que tiene caminar para la creatividad, pero lo cierto es que antes de que se hicieran estudios sobre ello… ya lo estábamos llevando a cabo.
En la Academia platónica se estudiaba paseando porque el gran Platón (el primero de nuestros genios deportistas) pensaba que el paseo estimulaba la mente y el intelecto. Los griegos fueron los primeros visionarios del deporte y, prueba de ello, es que la “gimnasia” era la base de la educación de todo buen ciudadano con sus cinco modalidades deportivas principales: la lucha, la carrera, el salto de longitud, el lanzamiento de disco y el tiro de jabalina.
Pero no hace falta irse tan lejos para encontrar genios que se inspiraban haciendo deporte. En el campo de la escritura del siglo XX encontramos grandes ejemplos.
Sin ir más lejos, Ernest Hemingway era un amante del boxeo, deporte que practicó durante toda su vida. Llegó incluso a decir sin ningún pudor: “Mi escritura no es nada. Mi boxeo es todo”. También Julio Cortázar sentía una especial predilección por el boxeo, aunque lo que practicó a lo largo de su vida fue el tenis.
J.R. Tolkien tuvo un poco menos de suerte. Apasionado de la raqueta, tuvo que abandonar la cancha tras sufrir una severa lesión en el tobillo. Algo parecido le pasó a Jack Kerouac. Sí, el autor estrella de la Generación -nada sana- Beat también se aclaraba las ideas haciendo deporte. Concretamente, Kerouac fue un amante del fútbol americano, que practicó en su juventud hasta que también sufrió una lesión que lo apartó de los estadios.
Y si en el lado de las letras encontramos a grandes deportistas, también los hay en el lado de las matemáticas. Alan Turing, padre de la computación moderna, no sólo fue un genio de los números sino también de las carreras de fondo. ¿Se inspiraría durante alguna carrera para dar solución a los enigmáticos códigos que descifraba durante la Segunda Guerra Mundial? Quién sabe…